Unas cuantas tablas, hierro de fundición. Remaches y una idea. Un poco de tinta y algo de aguada emoción. Menos no se puede pedir de una tarde sentado en La Banca.
20 diciembre 2011
10 octubre 2011
Eso que
Nunca dejó de existir
05 octubre 2011
Llegada
23 septiembre 2011
Entre el Piso y la Pared
07 agosto 2011
Luz de Luna
31 julio 2011
El Aíd - Capítulo XI
Iván no tardó en transportarse. Cómo si cada silencio, cada nota, limpiase el polvo de sus recuerdos. El calor del té, la fragancia a la canela, y la áspera caricia de su abrigo volvieron a la casa. Se vio de pequeño parado sobre una silla junto a la canilla de la cocina. Sus manos heladas por el agua y el jabón, y Elena, joven y de ojos brillantes, explicándole como hacer burbujas. -Tenés que hacer así...- insistía ella. Para él, su "así" podía ser cualquier cosa; más el momento era simpático como ningún otro.
La tierra fría y el cielo rojizo de afuera fueron imágenes que se depositaron en el muchacho, que poco a poco se perdía más y más en la prolija melodía. Sus ojos cayeron pesados y cómodos. Él, en ese preciso instante, dejó de sentirse. Se olvidó de las razones, los modales, inclusive de quién estaba tocando tan hermosa música. Seguía consciente de lo que sucedía, pero toda su verdadera atención estaba en su memoria.
Su madre, a una distancia prudente, leía un libro; o por lo menos fingía hacerlo: cada nota le demostraba más y más que su hija no era la misma. Le enseñaba que la muchachita tozuda que se fue tan ofendida y rebelde, hoy volvía amorosa y sin rencores. Llena en su totalidad de aquello único que la haría feliz: la música. Su padre estaría tan feliz. “Lloraría” pensó, mientras revisaba, por décima vez, la frase que leía sin atender.
Los tres pensaron en palabras más o menos similares: “¿Cuándo iría Iván a buscar su Aíd?” Como siempre, y ésta vez Elena respetando las costumbres, nadie lo dijo en voz alta.
02 julio 2011
Una del Frío y del Cielo.
21 junio 2011
Los Ojos del Gran Ben
14 junio 2011
Daniel y los últimos deseos.
Restregándose los ojos, se apartó del monitor. Daniel no podía matar un solo Stomp-trooper más. Luke Sky-walker permanecía inmóvil y luminoso en la PC mientra él, en su enorme sillón con rueditas, se asomaba por la ventana.
Nunca tuvo un telescopio, Daniel, ya que sus precios alcanzaban el riñón y medio. Miró por un rato el cielo, y repasó uno o dos diálogos de “El Dia de la Independencia”. Eso lograba que el universo, para él, se vea un tanto más inmenso y misterioso. Una estrella le guiñó un destello con picardía. El muchacho suspiró.
La vida desde la infancia no le fue fácil: un tanto solitario en la primaria, sus amigos del barrio bastante más grandes en edad y una madre obsesionada con la revista “Genios” y sus casi infinitos suplementos sobre biología y astronomía. Nada bueno podía salir de tal mixtura. Si bien conocía personas realmente interesadas en los temas del universo, él entendía bastante poco; se dedicaba casi profesionalmente a consumir películas y videojuegos de ciencia-ficción diseñados por personas con talento y vocación. Ambas cualidades que parecían esquivarlo a sus 18 años de edad.
Somnoliento, comenzó a divagar con la ñata contra el vidrio (como solía decir su abuelo) y el vapor de a poco nublaba la noche. Repentina, la estrella que había titilado se sacudió con fuerza, como si se hubiera despegado del negro cielo.
Lo que a continuación sigue puede resultar confuso, pero es indispensable que el lector comprenda: Las invasiones nunca son claras.
Comienza, como toda buena película, con una explosión. El humo, el estruendo y los torrentes de fuego se acercaban a las imágenes del noticiero sobre el volcán chileno. Los adornos de la casa se caen por el temblor. Se corta la luz.
Silencio. Pasos sobre el piso de madera flotante y los gritos de alguien en la casa preguntando “¿Todos Bien?” seguido de un predecible “¿Qué paso?”. La calle 3 hundida y resquebrajada. Todos se acercan, Daniel se aleja. Un cilindro en el cráter… ¡Un cilindro! ¡clásico! Daniel se sube al Ford Ka que arranca fácilmente. “Si fuera Chevrolet no arranca” hubiera dicho su ahora irrelevante padre. 120 kilómetros por hora, y un chillido sordo y vibrante comenzó a aturdir al gentío que curioseaba, menos a Daniel, que ya estaba lejos.
El oficial Ramírez da dos pasos entre la multitud que rodea al artefacto y lo toca, esperando que cese. Daniel sabe que es inútil, pero su conocimiento no escapa al chasis del ligero cochecito. El oficial exclama “¡Los recibiremos en paz!”, segundos antes de ser pulverizado ante el horror del público.
Toma el pedido sin pagarlo en el AutoMc, Daniel, y sigue hasta la Sede central de “Claro”. Entra corriendo y comienza a subir las escaleras, mientras la seguridad del edificio lo persigue. Una onda expansiva que sale desde el objeto alienígena comienza a barrer con todo a su paso. Llega, Daniel, a la oficina del Presidente de la empresa:
“¡NO QUIERO DUPLICAR MI CARGA, NI QUIERO PARTICIPAR DE UN CONCURSO POR UN 0 KILÓMETRO!”
A la vez que, por la ventana, entraba la última luz que el mundo vería.
7 de Junio
Textos I
Consigna: Basado en la Guerra de los Mundos, describir una invasión alienígena en la actualidad.
Agustín Gutiérrez y los canapés del Mal.
Agustín Gutiérrez y los canapés del Mal.
Era 8 de Agosto y Agustín Gutiérrez, el hijo de Don Guitiérrez, cumplía siete años. Si bien Agus era un “nene divino” según mi tía, para mí y para mis hermanitos, era un pendejo, con todas y cada una de las letras. Su aspecto angelical, rubiecito y de ojos claros, tenía embobados a todas las viejas de la fiestita. La gente joven, nuestros papás y nuestros primos más grandes, o le daban poca bola, o lo aceptaban: total, morfaban gratis. Pero nosotros no.
Si bien nosotros comíamos gratis en todos lados (teníamos menos de 10 años), en el cumpleañitos de Agustín, el banquete era codiciable. Lo recuerdo nítido y oloriento: para comenzar, los manteles de plástico de los Power Rangers y de Dragon Ball Z, dibujos que solían coparnos y volvernos extremadamente violentos, recubrían todas las mesas. Los vasitos de plástico berreta poblaban la superficie; más de una vez me hubiera gustado poder ponerles nombre, para evitar los crueles hurtos luego de que una mamá generosa los hubiera llenado de rico y burbujeante líquido. Para concluir con la vajilla, los platos de plástico de todos los colores, que al final de la tarde terminaban partidos y cortados, con unos bordes filosos que no te cuento. La comida merece un párrafo aparte.
Éste es el párrafo aparte de la comida, por si no está atento. Las salchichas apuñaladas por un escarbadiente, los sanguchitos todos manoseados y las empanaditas frías se desplegaban por doquier sobre una telaraña de queso para pizza. Entre todo ese escándalo estábamos Leonardo, Guido y yo por un lado, y Agustín con sus amiguitos por el otro. Él nos miraba sonriente y alzando un poco la cabeza, como diciendo “Lero lero, tengo un cumpleaños re masa y ustedes no, chiva calenchu” y nosotros lo mirábamos con el seño fruncido y con odio, diciendo “no me importa, come torta, mi cumple va a estar mejor que el tuyo, yo completé el álbum de los caballeros del zodíaco y mi papá le gana al tuyo” entre otros improperios de la edad.
Durante todo el cumpleaños, se nos burlaba y ostentaba sus bienes. Mi papá dijo algo como “Parece que Don Gutiérrez pierde masculinidad si no hace gala de lo bien que cocina. En el momento no lo entendí, pero ahora creo que tampoco.
En fin, cuando la torta gigantesca con el escudo de Racing (digno del pecho frío) se posó sobre la mesa, yo, poseído por Gokú y por el Power Ranger Rojo, me pare sobre la silla de un salto y grité: - ¡¡¡GUERRA DE COMIDA!!! - A la vez que lanzaba un trozo de “pastel” sobre el cumpleañero, trozo que sonó con un total ¡SPLAT!
Nadie me siguió en la beligerancia, y mi vieja me castigó “de por vida” por hacer llorar al pendejito maleducado. Igual, yo nunca, ¡Nunca!, me arrepentí de haberme vengado de Agustín Gutiérrez y sus canapés del Mal
24 de Mayo
Textos I
Consigna: Describir realísticamente y con humor, un evento social que forme parte de nuestra cultura.
12 junio 2011
Bisapiensa
03 junio 2011
Un eslabón de óxido
26 mayo 2011
La Banca Verde
22 mayo 2011
Contento
Cuando está contento
las palabras se vuelven más superficiales,
Cuando está contento
los adjetivos complicados no vienen a sí.
Cuando está contento
repite las expresiones y la estructura es fácil.
Cuando está contento
es más rápido de entender, y más llevadero leerlo.
Cuando está contento
todo le parece más brillante.
Cuando está contento
se le aparecen colores que cuando estaba triste no veía.
Cuando está contento
el tiempo triste se desentiende, como cuando hacés cola para algo, y llegás.
Cuando está contento
no puede creer que estaba triste, cuando ser feliz es tan simple.
Cuando está contento
se pone algo repetitivo.
Cuando está contento
no le importa si no le responden.
Cuando está contento
camina más rápido.
Cuando está contento
la lluvia no es ropa mojada, sino ruido en el paraguas.
Cuando está contento
no tiene problemas en ir a cualquier lado.
Cuando está contento
estudia para ser mejor, no para aprobar.
Cuando está contento
deja pasar a los autos antes de cruzar
y piensa "Quizá va a ver a sus hijos"
Cuando está contento
sonríe para que le sonrían,
no para que lo traten bien.
Cuando está contento
no le importa que el kiosco no tenga cambio,
y le dé caramelos.
Cuando está contento
las chicas le preguntan si sabe tocar
la guitarra que lleva en la mano.
Cuando está contento
el subte está lleno de caras,
no de gente.
Cuando está contento
se da cuenta que no es la misma persona.
Cuando está contento...
Cuando está contento
extraña estar triste.
15 mayo 2011
100101011
es tan fácil como conectarse a Internet.
Ceder tus sentidos, tu conocimiento,
tu creatividad y tu fuerza de Voluntad,
vuelta Iniciativa, a una computadora.
La desaparición psicológica y espiritual vía web
es la práctica catártica más simple hoy en día.
Es aquella donde las grandes pequeñas poblaciones,
dueñas de apenas sí mismas, convergen con los más
deslustrosos pecados ortográficos,
o con los más honorables fines, en contraposición.
Las almas binarias se abrazan, besan y
comprometen en una escafandra tan estúpida,
sosa y mefijusta como la fuente Calibri.
Los árboles se tornan banners, el cielo en wallpapers,
la mismísima tierra se vuelve una barra de tareas.
Nosotros somos una asquerosa flecha blanca
que no es capaz ni siquiera de girar sobre sí misma.
Una flecha que no tiene ni ojos, ni pies, ni alma.
Lo mejor, lo irónico, es que TODOS,
tarde o temprano, somos la condenada Flecha.
05 mayo 2011
Ciel
Algo curioso de las calles riograndenses, no así de las ushuaienses o tolhuinenses, es el lánguido colorido que las demarca. Es una paleta tan infinita, como en cualquier ciudad, la que pinta las casas y los edificios, los coches o los vagabundos canes. Sin embargo, todos ellos son delicadamente diferentes al grueso: son grises.
Las veredas, el hielo y la gente, sonríen opacos a nuestro pasar. Incluso el Río Grande, que de grande poco tiene, brilla en su deslustre. Hasta su gentilicio responde a una comunidad de contraste más bien apagado. Es la ciudad donde siempre atardece. Mas no cuente con que esa falta de vívidas sensaciones es aquello que quiero hacerle ver: Au contraire, lector.
En el mundo del piso siempre frío, todos los edificios están sentados, al contrario que en las grandes ciudades. Están tirados de desgano, y al estarlo, emerge entre ellos el mayor y más potente Cielo que jamás hayamos visto: un lienzo púrpura y anaranjado enmarca las más variadas nubosidades, nunca más alejadas del algodón.
La magia también aborda los días de casi lluvia; esas eternas horas de gris pálido que nos hacen entrecerrar nuestros encandilados ojos y fruncir el ceño. Ese Cielo moteado, de tanto en cuanto, por un tono más oscuro o más claro de lo mismo que recubre las calles.
La gente ignora el espectáculo y continúa su vida de concreto y calefacción. Perpetúa su existir de pulcra y hacinada industrialización. Se abrazan, fríos, bajo las trémulas luces blancas, dignas de un manicomio o del inexistente Infierno.
Los jóvenes respiran dificultosos ante tal puesta en escena. Tiemblan horas en la negra playa, esperando el alba. Cuando el fuego ya está por cesar, cuando las brasas se abrigan de cenizas, sale triunfante el Monarca. Ilumina así todo lo circuncidante, incluyendo los rostros coloreados por la sangre, y el vapor de la respiración.
Es así como un ejército de obturadores comienza a chillar, y la sensibilidad deja de ser un estado de la psique, para convertirse en otro síntoma de la Luna y del Sol. Es así como el horizonte muestra al colorido Goliat recostado sobre el sombrío David.
En mi Río Grande, el Cielo aplasta a la Urbe.
Bruno Daniel Martínez
La Plata, Mayo de 2011
27 abril 2011
Amour
Y le metió el dedo en la oreja, juguetón
"¿Qué somos?"
Y le tomó la mano con fuerza, para luego cruzar sus dedos con los de ella.
"¿Me extrañás?"
Y le hizo cosquillas en los pies
"¿Hay otra?"
Y le apretó la nariz hacia arriba, dejándola como un chancho
"¿Que dejarías por mí?"
Y le mordió la barbilla
"¿Soy la que más amaste de todas?"
Y apretó sobre las rodillas, donde a ella le daba impresión.
'Acá, en frente tuyo, tenés lo que todas piden.
Justo acá, está ese que todas esperan, princesamente, sentadas en la PC.
Soy el ser, que resueltos (en su mayoría) sus problemas, está para sumarle algo a tu vida.
No solo a TÚ vida, sino a toda vida que lo merezca, y lo gane.
¿Cómo se gana? enriqueciendome: con Amor, Cariño, Bondad, y Buenas Intenciones.
Porque así crezco, y asi mi vida es dinámica y colorida, y también la de la gente que me atraviesa.
Acá me presento, galardonado, con mi título de "No Cualquiera" y te ofrezco este trato:
Recibiríase de la Sra. los siguientes ítems.
*5 levantadas semanales, con una caricia y un desayuno: En caso de lejanía -5 cuadras o más- , un mensaje de texto o una llamada a ser posible.
*3 cumplidos mensuales sobre algo que me enorgullezca (como la música, o los comentarios que crea graciosos, aunque no lo sean)
*de 1 a 3 retos diarios por estupideces: no combinar la ropa, cantar mal, comer rápido, olvidarme el celular, entre otros.
*La realización de por lo menos 5 cosas tiernas cada dos días por accidente. Ejemplo: decir alguna palabra mal, volcar el té, asombrarse por algo minúsculo, etc.
*Sonreír sinceramente de 4 a 6 veces diarias, y por lo menos por semana 1 falsamente, como demostración de que una acotación "no me parece graciosa"
Así, comprometo de mi parte a los abajo descritos bienes emocionales:
*Acomodar todos aquellos detalles de la ropa que quedaren mal puestos (cuello mal doblado, medias por afuera del pantalon, pantalon caído sin intención, etc.) siempre que fuese consciente del hecho, y no estemos en pleno público desconocido.
*Olvidarme todos los detalles que tengan que ver con números: Cumpleaños, aniversarios, años que tiene su madre, veces que le dije las cosas, hora que le dí el primer beso, entre otras.
*Omitir 2 de cada 3 iras o histeriqueos procedentes de su situación hormonal.
*Ver 1 hora de lo que tanto le gusta ver en la televisión (de eso que yo odio)
*NUNCA hacer comentarios sobre los corpiños, o cualquier ropa interior que colgase de la ducha. Tampoco comentar lo mucho que se está tardando en decir algo al teléfono, a no ser que se esté en una situación de apuro.
*Hablar de lo fantástico que es nuestro acuerdo con mis amigos, por más que me trataren de pollera, o casado. Porque si este contrato se cumpliese...
14 abril 2011
Asi vivía Horacio
Despertó como en un espasmo, de esos que te hacen tan raro. Esos temblequeos repentinos que te vuelven el alma al cuerpo, cuando en otras tierras te caes al piso, chocas en un automóvil, o la gravedad no te ayuda desde el borde de un acantilado.
Odiaba comenzar sus historias cuando recién se levantaba, por lo tanto, fingió ser normal hasta después de ducharse. Mientras tanto, cepillarse los dientes, el enjuague bucal y toda clase de mini manías de entre casa fueron fuertemente sobreactuadas. Nada debía ser interesante, hasta estar pasado por agua.
Y así fue. El agua cayó como estaba prevista, y sus cabellos se pusieron babosos, como tanto le divertía sentir. ¡NO! ¡Diversión todavía no! Se lamentó y soltó una que otra guasada, para sentirse regañado.
Nunca fue fácil la vida para Horacio, el hombre más interesante del mundo.
Nunca fue muy modesto, pero tampoco fue vanidoso. Era una máquina de hacer cosas entretenidas, de cumplir todo lo que el resto no se animaba a llevar adelante: Era un tipo de puta madre, y no había con qué darle.
Intentó de no alardear, de verdad que lo intentó. Sin embargo, día tras día, algo de sumo valor lúdico le pasaba casi por accidente, y tenía una jornada de pura emoción. Nadie sabía la razón de esa extraordinaria extraordinariéz, pero era indiscutible. Algunos rumorean que hasta él lo ignora.
Lo que todos saben (y cómo no saberlo), es que él en un momento determinado, se aburrió. Sí, esa es la palabra exacta, aburrió.
A los lindos lectores la contradicción les pesa como un melón en la cabeza: “¿Como es que alguien puede aburrirse de cosas interesantes? ¿No se habrá aburrido de cosas monótonas?”
No, señor lector. Las dudas son el comienzo de la ciencia, pero la EXPRESA FALTA DE CONOCIMIENTO. Por lo tanto, ¡oh, gran vidente de estas hojas! si no sabe, calle y lea.
Lo que pasa es que a Horacio, el hombre más interesante del mundo, la vocación lo llamó a la mediocridad.
No fue ni una decisión, ni una epifanía, sólo un llamado: cobro revertido, de larga distancia.
Desde ese día, un 25 de abril, Horacio dedicó su vida pararresponsable (es decir, toda la vida fuera de sus obligaciones: trabajo, estudios, vida civil, o durante el esfuerzo para no incomodar al vecino de urinal) a una lucha sin cuartel para el derrocamiento de la suerte, del destino, de ser alguien con quién la vida se hace más jugosa.
Sin embargo, como habrán notado nuestros envidiosos lectores, tuvo que empezar por dosis.
Cada semana, fingía una rutina de normalidad hasta cierto hecho referente u cierto horario. En otras palabras, se decía: “Bueno, desde que me levanto, hasta que me ato los cordones, tengo que ser corriente” o “Listo, hasta las diez y treintaisiete, no me tiene que hacer feliz nada”, entre otras máximas más o menos de la índole.
Así se lo vé ahora a Horacio, el hombre más interesante del mundo. Su ceño fruncido por lo histriónico camina delante de él por la perito moreno, hasta cruzarse a un viejo conocido de la secundaria que hace paracaidismo y que justo necesita alguien alto, delgado, e interesante para que lo acompañe.
¡Fuerza Horacio, seguir tu vocación vale la pena!