21 junio 2011

Los Ojos del Gran Ben

Otra vez el "click" en su cabeza. Los pasos resonantes se mezclaban con el chapotear de los charcos. En otra situación, a Elliot Chapman le hubiese molestado sumergir sus zapatos de cuero italianos en agua de lluvia. También hubiera disfrutado del conocido pasoe, que ahora recorría a toda velocidad. Pero esa noche no era el caso.
Los adoquines de la calle, abrigados de lodo, podían sentir el potente correr. Dobló en la esquina de Stairport Street y por lo sucio del suelo, su pié continuó con la inercia. Un inglés cae de bruces al suelo. Recubierto de mugre, Elliot se levantó, a la vez que ojeaba el hermoso reloj de bolsillo que le hubo regalado su mujer.
Eran las dos de la madrugada y los minutos cambiaron frente a sus ojos. 34, y el tiempo se acababa. No podía detenerse, ni siquiera cuando su cuerpo no le respondía, tozudo. Su mujer y su hija estaban en peligro y todo dependía de él. Retomó la tarea con renovadas energías: unas surgidas de la misma desesperación.
Pasajes, callejones, faroles y vidrieras, todos eran obstáculos hasta el Big Ben. El coloso movió apesadumbrado su aguja, 35, y quedaban cinco minutos.
-"¿Aló?" una respiración se volvió habla: -"Chapman, debes estar en el Reloj más ostentoso de Londres antes que sus agujas marquen los 40 minutos. Tu mujer y tu hija arderán bajo querosene si no estás allí para entonces"- En su mente tronaba amplificada la profunda voz. El teléfono quedó colgando. Cada palabra dicha en ese entonces era ahora una gota de sudor en la frente del Doctor Chapman.
Sin embargo, a las 2:38 horas, un abogado llega al Big Ben, y ve atónito como su familia, rendida, emana la opaca luz del fuego. De rodillas cayó el jurisconsulto, y las lágrimas se mezclaron con las precipitaciones, el barro y el combustible
-"Qué poco que se razona con miedo; que fuerte se aferra uno a las escasas esperanzas que otro desconocido puede plantearle"- Era la voz, que si bien ronca, era más nítida a cada paso.
"¡Pero llegué antes!¡Hice lo que me dijiste!" 2:39 y el dolor comenzaba a tornarse en ira.
-"Chapman, tu familia era un estorbo" Una sombra cercana a los dos metros de altura, de la mitad de ancho, y cubierta por un sobretodo roto en su extremo inferior, asomó desde un árbol en la pequeña plazoleta adyacente al Reloj.
"Ven conmigo". Deshecho y sin motivos para vivir, Elliot accedió.

Así marchan el abogado y el asesino. Uno cubierto de odio y mugre, y el otro apestando a querosene y a misterio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario