13 marzo 2017

La magia

Se detuvo a mitad del recorrido.

Shepard siguió caminando hasta que la correa lo detuvo de un tirón y giró para buscar a su dueño. Con la vista clavada a un borde de la plaza, respiraba despacio y levantaba levemenete la cabeza. Por alguna razón, esa banca verde lo había captado completamente, entorpeciendo el paseo.

Miró a Shepard, y lo llamó cambiando el recorrido de todos los días. Se sentó en la banca, y lo acarició apenas alcanzó su hocico.

Con la vista perdida intentó contar los otoños que habían pasado por debajo de sus pies. Repasó las decenas de veces que se sentó frente a una hoja en blanco a documentar esos sacudones del alma, Esos pulsos que empujaban los músculos desde adentro para salir. Hacían años largos desde la última vez que él se había encontrado así con su banca. La había visto montones de veces, inclusive habiéndose mudado a otra parte, el recorrido lo llevaba al mismo lugar, a la misma plaza, la misma calle.

Un pibe se sentó justo al lado. Era mucho menor, tenía puesto un jean cortado y una remera gris con garabatos. Shepard se acercó a él y le olió la pierna, a lo que él respondió con una caricia detrás de las orejas.

- ¿Cómo se llama?
- Shepard

El muchacho reconoció el nombre y le dedicó una sonrisa cansada.

- Hay algo mágico con esto - dijo el dueño de shepard repasando las maderas de la banca. - hubo momentos de mucha falta en los que me senté acá a pensar, y siempre hubo alguien que me dio lo que necesitaba. Sea consejo, sea regaño. Siempre alguien se tomó unos minutos para decirme lo que necesitaba escuchar.

- ¿Sólo se sentó? ¿Nada más?

- Hay que estar dispuesto a escuchar. Hay que estar despierto en todo sentido.

- Hace ya varios años que vengo despierto en todo sentido, y parece nunca ser suficiente. Siempre hay cosas que se escapan, siempre hay cosas que lo superan a uno y también se cansa.

- No no, está entendiendo mal. No hay que percibir todo, sino hay que estar atento para escuchar lo que vale la pena. No todo sirve, pero lo que si sirve viene oculto entre lo que no.

Shepard se recostó en el pasto.

- ¿Y qué hago cuando me canso?

- Ahí es donde muchos fallaron en la juventud. No se rodearon de amor, de gente virtuosa en el cariño y la contención. Entonces, cuando se cansan de rodar, no hay nadie que los empuje ni siquiera cuesta abajo. Así que usted que realmente es joven, preocúpese de rodearse bien. Filtre a los hipócritas y a los frívolos y haga un muro de afecto alrededor del alma. Y reconózcalos cuando están, si los tiene. No cometa el error que han cometido tantos otros de dejarlos ir sin valor. Porque eso créame, es peor que estar sólo.

El muchacho escuchó lo último con los ojos muy abiertos, mirando el piso. Había comprendido algo. La hora se estiró más de lo que Shepard y su dueño podían permitirse.

- Bueno - dijo el dueño del perro - se me hace tarde. Veo que tiene algunas dudas más: quédese donde está. Que si en esta banca no encuentra una respuesta, entonces ya dentro suyo la sabe perfectamente.

- Gracias. Voy a hacer eso. - resopló con la misma risa cansada del derrotado.

Se alejó de ese lugar que tantas respuestas le dió con la certeza de que no es mágica la banca sobre la que estaba sentado, sino que mágica fue la suerte que lo cruzó con tanta gente de corazón real.

Hoy, él fue la magia sentada en esa Banca Verde.

27 enero 2013

Quién serás

Qué sabran esos ojos pálidos que nada dicen
qué sentirán esos macabros ojos pálidos que miran fijo.
Miradas que buscan comunicarse conmigo pero fallan.
Quién serás tu que no caes en cuenta de nada.
Nadie serás y no te condeno, sólo porque temo el ser dios.

Si sólo supieran esos ojos tersos que morirán sencillos
que serán solo un tumulto más ante la gran esfera.
Recubierto todo de nieve y empinados verdes,
nada queda para los imbéciles que nos ocultamos.
Quién serás tu, aquel que juzga.
Nadie serás y no te conozco, sólo porque no existes.

Palabras que nacen fluviales no entran siquiera en lo más leve
en las tinieblas de tu carencia. Nada te interesa más que tus vacíos.
Y nosotros los que tememos del juicio, los que no somos porque ser queda mal
qué haremos nosotros. Seremos felices, eso haremos.
Quién serás tu, aquel que juzga por miedo a ser juzgado.
Nadie serás y no te entiendo, sólo porque no eres de aquí.

Abrázense y obedezcan a la tinta que los une. Sus libertades son excusas.
Pues la única libertad es la que se hace con gusto, y puede disfrutarse con grilletes.
Y esos fuiste tu.
Y cuando el gusto dejó de ser, grilletes fuiste y quise verte lejos.
Porque lejos estás y siempre estarás. Y así es y será.
Quién serás tu, aquel que no puede ver el horizonte.
Nadie serás y no te oigo, sólo porque estás en silencio.

Y en la agonía de la sonrisa más plomiza
levantaré mis ojos frugales y poco lustrosos,
y recordaré, como lo han hecho todas mis vidas,
que no existe un nosotros bondadoso.
Recordaré que por siempre estaré condenado a ser quien con nadie es.
Quién serás tu, aquel que quiere ser de mí.
Alguien serás, pero jamás te he visto. Sólo porque nunca exististe.

30 septiembre 2012

Fenómeno - 1er Encuentro

      Sin rodeos: me ausenté. Hace ya meses que no limpio el polvo de por acá. Comencé a escribir unas cuantas veces, pero a la mitad algo me distraía del tirón, y el texto quedaba agónico y vacío. Pero esta noche de domingo les tengo que contar algo.
      ¿Vieron esas cosas que nos pasan, que mientras pasan uno acciona y reacciona sin pensar demasiado y cuando terminan siente que nunca las vivió, o que las vió en una película? fue algo así, pero muy intenso.
     Comenzó la primavera. Ya está repleto de mosquitos, los amigos distraídos aparecen con las narices y los cachetes colorados y las pecas alborotadas. Mi vida cambia solamente en la energía y el buen humor inevitable de los días soleados. Así estaba todo ese día. Venía caminando cerca de la facultad con un gran amigo, de esos que son más que mates y salidas. La charla rotaba en uno de mis interminables monólogos sobre cómo deberían ser la felicidad. Estaba compenetrado, ponía cada una de mis fibras musculares en sonar convincente. Hasta abría los ojos cuando decía algo sorprendente. Y así, en esa charla desiquilibrada, entramos a mi facultad y fuimos al buffet.
      Tiramos nuestras pertenencias sobre la mesa marcando territorio. Mi amigo se sentó a la mesa, tomé su orden y me dirigí a la barra. Entre tanto saludo con conocidos y amistades, una figura (llamada persona) entraba en la habitación de vez en cuando, buscando mesas, midiendo el tiempo que tardarían en llevarse el alfajor y el café en función de los ya esperadores. Ninguna persona bastaba más de un relojeo para distinguirla: la conocía, no la conocía. Pero en eso, aparece este ser.
       Para entender todo el fenómeno, me parece indispensable comenzar desde lo más elemental hasta lo más complejo. Era un humano. Hembra: Mujer. Su contextura física no enmarcaba nada extraño. No tenía ninguna particularidad visual que llamase la atención, y su actitud no se diferenciaba perceptiblemente de ninguna otra mujer del salón. Y aquí comienza lo extraño. Lo enuncio:
      *El papel indicando mi turno para ser atendido se volvió un objeto sin sentido.
      *Aquellas personas que se encontraban entre yo y esta presencia, eran obstáculos. Mi visión los convirtió de seres dotados de pensamiento, a bultos animados que bloqueaban mi vista.
      *Una especie de membrana invisible se formó alrededor de mis pensamientos más ingeniosos. Todo el brotar creativo se vió limitado a una película de colores saturados, en la que la única escena era yo, y el ser, unidos de diferentes maneras. Desde caminando por la facultad, hasta enredados en el piso de mi departamento.
       *Un inmediato olvido de todo aquello que tenía que adquirir para mi amigo.
       *Un inmediato olvido de la existencia de dicho amigo.
       Codeé a un conocido que tenía cerca, y le pregunte por el sujeto hembra.

        Me dijo su nombre, y lo expongo aquí como el primer paso de esta investigación: se llama Romina.

       Seguiré actualizando el blog con posteriores encuentros.

























30 julio 2012

Más que Viento

Si volasen los arroyos no entenderíamos nada.
Si crecieran las rocas poco podríamos hacer
porque nuestra cordura se perdería en el vagar.
Entonces, ¿qué sorpresa nos retiene?
¿Qué es aquello que nos liga al cemento quebradizo y nos dice que no hay momentos para volver? ¿Qué es lo que nos olvida recostados, y nos convence que no existen las cosas mayores que nuestras propias mejillas?

Es el vacío, eso es. Viento rugiente que nos rellena los vínculos. Es lo que hay entre las grandes certezas que nos mantienen unidos. No son férreas cadenas o pegamentos eternos. Es simple viento invernal, y nosotros tan tranquilos.

Si nos dijeran que lo que nos vuelve sanos es simple viento, dejaría el aire de ser aire y sería una nada destructiva. Porque necesitamos creer que el vacío es viento, y que el viento une.

Porque lo único que nos mantiene enteros, es creer que lo estamos.

20 diciembre 2011




La repugnancia existe. Toda ella en mi garganta, merecida por los hijos del muro. Anacrónicos desentendidos de lo críptico. Cedidos bajo el peso de sus malditas existencias, no se entienden a sí mismos y hablan. Hablan muchísimo y no dicen nada. Siempre, todo el tiempo, repiten. Así, las caras una a una se vuelven una máscara igual. Me dan asco. Aquí estoy yo, con la desgracia de haber visto el dolor a los ojos, y haberlo oído decirme que soy su familia. Yo soy el imbécil que abraza un erizo en llamas. El sabor a cemento me ahoga y no entiendo de dónde salí. Dónde nació la inmundicia y por qué somos pocos los odiosos que la mascamos. Con los ojos abiertos totalmente, los acuso de cometer el peor de los pecados del alma: dejar que el veneno entre en sus cerebros y que hoy no haya nada. No existe un nido donde posarse. No existen las alas. Ni siquiera existe la calidez de la oscuridad que no nos deja ver. Todo es claro, brillante, y la cueva no me protege. Ahi los veo revolcarse en su mierda verde, abrazándose con frío y esperando el mundo que no están construyendo. Tirando a la lava la única realidad del ser humano que nos hace mejores que la tierra gris que pisan. Destruyendo lo poco que queda de los colores. Todo se ve más opaco, y quiero escapar sin salir de acá. Siento los dedos que moldean cada borde y duele. Me veo morir en las manos del azul, y ahora no soy más nadie. Me fundo de cabeza a la última idea del Falso Dios.



Ustedes.