21 febrero 2010

Noticia

¿Cómo explicarle a ella,
tan tranquila y despreocupada,
como decirle a ese rostro de tan estable y de profunda riqueza
que la vida no es como creíamos?
No se puede darle a entender
que la tristeza es inexplicable,
y que no es su culpa.
Yo sólo necesito abrir mi boca,
yo sólo necesito que me comprenda...
¿Lo hará?
Quiza el sólo hecho de dudar,
de esperar su respuesta negativa,
el sólo hecho de no hacer las cosas con seguridad
y con rigidez
hagan que mis palabras
sean mas un mal chiste,
que la verdadera razon de ese pequeño discurso.
¿Serviría un gesto
de confianza?
Un abrazo tranquilo,
tomarla de las muñecas,
o simplemente mirarla fijo a los ojos...
¡Eso!
Debo mirarla fijo,
debe entender que esto va en serio.
Debo expresarle lo irremediable de esto.
porque cuando termine este corredor,
cuando doble en el pasillo hacia la izquierda.
Daré con ella.
¿Cómo hacer para no sorprenderla,
para no matarla con mis palabras?
"¿Señorita Estevez?"
Creí decir, superando ese enorme atracón
que no dejaba mi garganta en paz.
"Doctor... ¿Cómo esta él?"
"Él..."
Notó algo.
Sea mi rostro, sea mi voz,
sea el pronunciado temblor de la libreta.
"¿Qué sucede Doctor?"
Dijo con seriedad,
exigiéndome una respuesta.
No podía hacerlo,
¿Cómo extirparme la culpa?
¿Cómo presentarle a esa joven mujer
una vida de miserias?
Su existencia perderia la mitad de su razón.
Si mis palabras no terminaban con su respiración,
su corazón lo haria con el correr de los años,
y nadie mas sabría de ella.
Terminaría en el olvido.
Nadie me preparó para esto.
La presión en mi garganta se tornó insoportable,
y mirándola fijo,
vi como su imagen comenzaba a temblar
y a deformarse tras las lagrimas.
Sin terminar la respuesta, tuve que correr.
No sé adonde, pero debía irme de allí.
Nunca más podria mirarla de vuelta a los ojos.




Nunca creí que esto sería tan duro.

16 febrero 2010

Ella le extendió el matecito humeando, tomado por la manija para no quemarse.
"¿Y que le dijiste?" dijo Mariana, mientras se secaba las manos con ese repasador tan aspero.
"No me acuerdo bien, viste que cuando decis las cosas enojado te las olvidas... Le dije que no me interesaban esa clase de cosas. Que me deje en paz, porque ya habia hecho mucho por el, algo asi" fingía Sebastián, que recordaba exactamente, palabra por palabra, tono a tono, lo que le dijo en ese arrebato de furia.
"Pero qué... ¿De la nada?¿O ya venia la discusión desde antes?"
"No, hace un par de años tuvimos nuestros encontronazos. Pero nunca tan fuerte, ni tan definitivo, viste"
Mariana se acomodó sobre la silla de metal. Cruzó una pierna por debajo de la otra, y mientras miraba la calle que chispeaba un par de gotas, comenzó a sonarse los dedos.
"¿En que pensás vos? Estas un poco como perdida. Esa es la mirada la pones cuando tenes un problema, y no querés solucionarlo..." dijo Seba, como a ella le gustaba decirle.
Sin apartar la vista de la calle, sonrió amplia y tristemente, recordando lo mucho que Seba la conocía.
"Te peleas con tu Aíd, pero yo no estoy seguro de tener el adecuado... Tengo que averiguarlo de alguna manera, y no se lo quiero preguntar" Sentenció Mariana.
Se extendió el silencio, cómodo a juzgar por las últimas palabras. Seba reflexionó lo mas rapido que pudo, para levantarle el ánimo.
"Andá y preguntale" le dijo un poco apurado, con tono seguro.
"¿Esa es tu 'levantada de animo' seba?"

Ambos se conocian bien

02 febrero 2010

Momento

Cayo estruendoso, luego de dar un par de tumbos
Antes de la caida vi su rostro ensombrecido por el olvido.
Lo ayude a incorporarse y limpiarse un poco la ropa y el rostro.
"Amigo, creo que debe dejar de tomar" le dije con tono severo.
'No he tomado nada, solo he dejado escapar una verdadera oportunidad'
"Hermano, lo comprendo"

y ambos vimos caer las hojas de otoño, vomitando las culpas.