26 mayo 2011

La Banca Verde

El hombre terminó de darle la última mano de pintura. Su color era del musgo más profundo.
Se alejó unos pasos y miró, relajándose, la obra terminada. Una pequeña banca de parque, con sus brazos y piernas de hierro fundido y su cuerpo de tablas. Reposar nunca le fue tan placentero al viejo mueble, que desnudo siempre, sólo formaba parte del paisaje.
A medida que el triunfante pintor tomaba de un tirón la pesada lata y se retiraba, los remaches del asiento se sentían como nuevos. Ellos le sonreían a los paliduchos Arrastrapies, a los Miranada, y a los Voladores. La sonrisa se le devolvía soñadora, típica de los hombres y mujeres que nunca regalaron su imaginación a los relojes. Animaban también las irónicas hojas forjadas, con una cara de "Buenas" que a nadie confunden.
"Cada hoja que cae de éste árbol es un nostálgico sonriente que piensa en la muerte" pensaba el cantor, triste y fatalista. Nadie escuchaba canciones para recordar los ataúdes y los sepelios. Frustrado, se levantó y se fue a la banca vecina, a unos cuantos metros. Todos parecían entender que la culpa verdadera de pensar en lo esencial, inclusive sin quererlo, le correspondía a la Banca Verde.
Acerca de esa Banca, nadie contó leyendas, ni se oyeron historias más que esta. Sobre la tierra seca bajo las redondeadas tablas, sólo pasaron unos cuantos granos de maíz; de esos que las palomas nunca ven. Esa banca era sigilosa y suspicaz.

¿Quién sospecharía de alguien que soporta tu peso sin chistar?

1 comentario:

  1. En una banca verde me enamoré, lloré, me abandonaron, abandoné, me reí, canté, me caí, me llovió, miles de cosas.
    Son salvajes las bancas verdes.
    Cómo se dice la palabra? se dice, algo asi como bien elegido el nombre de tu blog.

    ResponderEliminar