26 febrero 2011

Burdos Matices Grises

Rodeado de gente que cada vez conoce menos,
Iván descubre verdades sólo.

Se esfuerza por ser,
justo cuando no está siendo.
Fallando, retoma su tarea tan poco prometedora:
Conoce gente que no le importa a la vida,
ni quizás al mismo Dios,
aquél que todo lo ve,
el único ser libre de verdad.

¿Por qué considera la humanidad
que un ser tan poderoso
apreciaría una de sus creaciones mas idiotas?
Si la humanidad no lo vale,
menos lo hace la gente que rodea a Iván,
ahogándose en estúpidas reflexiones,
Comprando balsas,
para vasos de agua.

Una falsa sonrisa sincera, y a su casa.
No los odia, ni los subestima.
Para nada.
Sin embargo los ve increíblemente codificados,
los ve propensos a un baile mental
que no significa nada para él
o para su autónoma existencia.

De camino a su hogar,
cuando las olas de sol bordean la plaza,
ve Iván a una mujer grande,
sentada y con su guitarra.
Se acerca paciente a la banca verde,
donde procede a sentarse.

Él no canta, le da vergüenza.-

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