Unas cuantas tablas, hierro de fundición. Remaches y una idea. Un poco de tinta y algo de aguada emoción. Menos no se puede pedir de una tarde sentado en La Banca.
26 mayo 2011
La Banca Verde
22 mayo 2011
Contento
Cuando está contento
las palabras se vuelven más superficiales,
Cuando está contento
los adjetivos complicados no vienen a sí.
Cuando está contento
repite las expresiones y la estructura es fácil.
Cuando está contento
es más rápido de entender, y más llevadero leerlo.
Cuando está contento
todo le parece más brillante.
Cuando está contento
se le aparecen colores que cuando estaba triste no veía.
Cuando está contento
el tiempo triste se desentiende, como cuando hacés cola para algo, y llegás.
Cuando está contento
no puede creer que estaba triste, cuando ser feliz es tan simple.
Cuando está contento
se pone algo repetitivo.
Cuando está contento
no le importa si no le responden.
Cuando está contento
camina más rápido.
Cuando está contento
la lluvia no es ropa mojada, sino ruido en el paraguas.
Cuando está contento
no tiene problemas en ir a cualquier lado.
Cuando está contento
estudia para ser mejor, no para aprobar.
Cuando está contento
deja pasar a los autos antes de cruzar
y piensa "Quizá va a ver a sus hijos"
Cuando está contento
sonríe para que le sonrían,
no para que lo traten bien.
Cuando está contento
no le importa que el kiosco no tenga cambio,
y le dé caramelos.
Cuando está contento
las chicas le preguntan si sabe tocar
la guitarra que lleva en la mano.
Cuando está contento
el subte está lleno de caras,
no de gente.
Cuando está contento
se da cuenta que no es la misma persona.
Cuando está contento...
Cuando está contento
extraña estar triste.
15 mayo 2011
100101011
es tan fácil como conectarse a Internet.
Ceder tus sentidos, tu conocimiento,
tu creatividad y tu fuerza de Voluntad,
vuelta Iniciativa, a una computadora.
La desaparición psicológica y espiritual vía web
es la práctica catártica más simple hoy en día.
Es aquella donde las grandes pequeñas poblaciones,
dueñas de apenas sí mismas, convergen con los más
deslustrosos pecados ortográficos,
o con los más honorables fines, en contraposición.
Las almas binarias se abrazan, besan y
comprometen en una escafandra tan estúpida,
sosa y mefijusta como la fuente Calibri.
Los árboles se tornan banners, el cielo en wallpapers,
la mismísima tierra se vuelve una barra de tareas.
Nosotros somos una asquerosa flecha blanca
que no es capaz ni siquiera de girar sobre sí misma.
Una flecha que no tiene ni ojos, ni pies, ni alma.
Lo mejor, lo irónico, es que TODOS,
tarde o temprano, somos la condenada Flecha.
05 mayo 2011
Ciel
Algo curioso de las calles riograndenses, no así de las ushuaienses o tolhuinenses, es el lánguido colorido que las demarca. Es una paleta tan infinita, como en cualquier ciudad, la que pinta las casas y los edificios, los coches o los vagabundos canes. Sin embargo, todos ellos son delicadamente diferentes al grueso: son grises.
Las veredas, el hielo y la gente, sonríen opacos a nuestro pasar. Incluso el Río Grande, que de grande poco tiene, brilla en su deslustre. Hasta su gentilicio responde a una comunidad de contraste más bien apagado. Es la ciudad donde siempre atardece. Mas no cuente con que esa falta de vívidas sensaciones es aquello que quiero hacerle ver: Au contraire, lector.
En el mundo del piso siempre frío, todos los edificios están sentados, al contrario que en las grandes ciudades. Están tirados de desgano, y al estarlo, emerge entre ellos el mayor y más potente Cielo que jamás hayamos visto: un lienzo púrpura y anaranjado enmarca las más variadas nubosidades, nunca más alejadas del algodón.
La magia también aborda los días de casi lluvia; esas eternas horas de gris pálido que nos hacen entrecerrar nuestros encandilados ojos y fruncir el ceño. Ese Cielo moteado, de tanto en cuanto, por un tono más oscuro o más claro de lo mismo que recubre las calles.
La gente ignora el espectáculo y continúa su vida de concreto y calefacción. Perpetúa su existir de pulcra y hacinada industrialización. Se abrazan, fríos, bajo las trémulas luces blancas, dignas de un manicomio o del inexistente Infierno.
Los jóvenes respiran dificultosos ante tal puesta en escena. Tiemblan horas en la negra playa, esperando el alba. Cuando el fuego ya está por cesar, cuando las brasas se abrigan de cenizas, sale triunfante el Monarca. Ilumina así todo lo circuncidante, incluyendo los rostros coloreados por la sangre, y el vapor de la respiración.
Es así como un ejército de obturadores comienza a chillar, y la sensibilidad deja de ser un estado de la psique, para convertirse en otro síntoma de la Luna y del Sol. Es así como el horizonte muestra al colorido Goliat recostado sobre el sombrío David.
En mi Río Grande, el Cielo aplasta a la Urbe.
Bruno Daniel Martínez
La Plata, Mayo de 2011