19 enero 2011

Lluvia y Camisón

Tomando el marco con una sola mano, se asoma despacio para mirar. El pequeño patio interno está empapado y la lluvia aún no amaina. Con su delicado camisón colgando, y descalza, sonríe a nadie. Mirándola caer despareja, y las plantas temblando por el golpeteo, inspira hondo ese perfecto olor a fría humedad. La casa al mejor estilo buenos aires, de paredes altas y puertas acordes, de ventanas también grandes, brillaba en su desaseo: Las paredes tenían manchas negras en todos los ángulos, Las ventanas mostraban rastros de alguna suciedad, y los marcos-como las puertas- estaban despintados por los años. El piso de madera fría rechinaba ac0stumbrado a los pies ennegrecidos.
Ella estaba parada suavemente sobre un pié y con el otro en punta parecía prepararse para el movimiento, más seguía rígida y sonriente. Extendió entonces la mano hacia afuera para sentir lo que ya parecía ser una tormenta, y la bajó junto a su cintura.
Yo desde la pared opuesta la miraba tranquilo.

Me desperté entre mantas ásperas, en un cuarto horrendamente desordenado. Los torbellinos de pantalones, medias y calzoncillos sellaban todas las salidas. Envoltorios de alguna que otra comida salada regados por todos lados, en resumen, un verdadero desastre.
Y junto a mí, en la cama sin sábanas, caliente y humedecida, estaba la muchacha del sueño, pero un poco más desprolija, con el pelo más pajoso, y sin el camisón.

Sueño con poco, pero tengo aún menos.
Seguiré soñando: Me dá que escribir.

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